miércoles, 18 de enero de 2012

La vuelta a mi vida en 365 días

Uno de mis propósitos a largo plazo es publicar un libro, no sólo por lo que se dice por ahí que antes de morir hay que plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro, si no porque siempre he tenido esa cosquilla, ha sido mi sueño desde pequeña, y, además, la idea que tengo es publicar algo que pueda ayudar a alguien, ¿a quién? no lo sé, aún sigo pensando en el tema.

Tras vivir en carne propia lo que es la bulimia, pensé en escribir sobre desordenes alimenticios; también en alguna ocasión pensé en escribir algo sobre adicciones, y ahora que soy madre, sobre maternidad, pero seguiré en la búsqueda.

Hace poco más de dos meses, recibí un correo en el que promovían un taller en línea que daría Karina Falcón, y el cual tenía como objetivo final la publicación de una Antología con historias a favor de un parto respetado y humanizado. A pesar de que mi hijo nació por cesárea, consideré que mi historia podía servir a futuras madres por razones que adelante leerán, así que contacté a Karina y me inscribí.

El curso implicaba una serie de ejercicios de reflexión, y aunque yo tenía muy claro lo que quería transmitir, hice cada una de las asignaciones, hasta que llegamos a la última, escribir nuestra historia.

La semana pasada recibí el resultado del trabajo de 10 madres y de Karina, la Antología.
Aquí comparto un fragmento de mi historia, y si les interesa leer más sobre ésta u otras que compartieron algunas mamás como Anny, de Mamá de Alta demanda, o Lucila, de Mamá luna, pueden solicitar la Antología a cualquiera de nosotras, y tiene un costo de recuperación de $100.

"La vuelta a mi vida en 365 días"

"Tus células están muy dañadas", dijo Miguel Ángel. "Y qué significa eso", pregunté. Mientras escuchaba la explicación, mi corazón parecía partirse en mil pedazos y no paraban de salir lágrimas de mis ojos. Me sentía como una niña indefensa en medio de un mundo desconocido. Miré la hora, eran las 20:00 horas, el calendario marcaba el 5 de mayo de 2010. El mensaje era claro, todo parecía indicar que tenía cáncer.

Anoté el diagnóstico en términos médicos, me apresuré a buscar en internet. Le llamé a mi entonces novio y con la voz entrecortada, le di la noticia. A partir de ese momento, odie mayo. 

Pasaron muchas cosas por mi cabeza, pensé en mi mamá, en mi familia, mi pareja, mis amigos, mi carrera, el hijo que tanto anhelaba y que aún no había tenido. Pensé en las cosas que hasta el momento había hecho y en la interminable lista de cosas por hacer. Pensé en el dolor y sufrimiento que causaría a mis seres queridos y el que yo misma enfrentaría. Pensé en la muerte. Buscaba respuestas, pero sólo encontraba interrogantes.

Quise ocultarle la noticia a mi madre, pero al final no lo logré. Fueron los días más difíciles de mi vida, hasta hoy. Días sin poder pensar en otra cosa, noches sin dormir. Días tristes, noches peores. Días de enojo, noches de tristeza y llanto. 

El 27 de mayo llegó y con él el día de mi cirugía. Me desperté prácticamente muda, no quería hablar, es más, no podía. Antes de pasar al quirófano, se despidieron de mí Mafer, mi mamá y Luis. Cada uno a su estilo; yo permanecí sin responder y mirando a la nada.

Llegué despierta al quirófano, cosa que no me había sucedido. Observé las lámparas que pendían sobre mí, conté a las enfermeras y personal médico que estarían en el lugar a lo largo de mi procedimiento, contesté con monosílabos unas preguntas que hizo el anestesiólogo para romper el hielo, y gracias a los medicamentos y a la medicina, me perdí en un profundo sueño.

Fue un procedimiento rápido, sin muchas molestias postoperatorias. La espera fue peor que la operación. Pasaron cerca de dos semanas, las más largas. Llegó el día de mi consulta, Miguel Ángel me entregó un sobre que no quería abrir y nos explicó los resultados. Afortunadamente, habíamos detectado a tiempo el problema y podía estar tranquila.

Una de las primeras preguntas que le hice al doctor antes y tras la operación fue si podría embarazarme, a lo que respondió que sí, pero que debían pasar mínimo seis meses para que me recuperara y, que no iba a poder tener a mi bebé por parto. Al principio me frustré un poco, pues siempre había soñado con un parto en agua.

El 23 de septiembre, casi cuatro meses después de la cirugía, me enteré que mi bebé comenzaba a formarse en mi vientre. Recuerdo ese día como si hubiera sido ayer. Luis dormía en la cama después de una noche de insomnio. Me levanté, abrí la prueba de embarazo, la hice y esperé el resultado. Una mezcla de emoción, alegría, nervios, felicidad y miedo invadió mi cuerpo tras ver "positivo". 

No sabía qué hacer, cómo despertarlo ni qué decirle. Tenía ganas de llorar y a la vez reír. Volví a mirar la prueba para corroborar lo que había visto. No, no me había equivocado. Regresé a la cama, contemplé su sueño y leí una carta hermosa que me había escrito en la
madrugada y había colocado bajo mi almohada. Todo apuntaba para ser un día mágico. Una carta el día que nos enteramos de la existencia de mi bebé no era casualidad.

Moría por gritar a los cuatro vientos que estaba embarazada, que en nueve meses me convertiría en madre por primera vez, pero sabía que debía esperar, ya que Miguel Ángel nos había advertido que los primeros meses eran muy importantes. 

Cuando llegamos a su consultorio y tras revisarme, Miguel Ángel confirmó la sospecha, "estas muy embarazada", me dijo. Minutos después, tomó un calendario en las manos y fue cambiando las hojas de los meses hasta llegar a mayo. Nuevamente mayo. "Pues nacerá el 27 de mayo", expresó. No podía creer lo que escuchaba, justamente un año después de ese 27 de mayo que tanto odie.

6 comentarios:

  1. Un placer leerte, conocerte n poco mas a través de tus palabras... Creo que eres una mujer muy fuerte, tus experiencias te han fortalecido, además tienes un gran corazón, ya que al escribir deseas ayudar a alguien, gracias por compartir. Que bueno saberte feliz 365 dias después de ese día.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Pues que me has dejado picada!
    Vivimos milagros a diario, a mi me decían que mi útero era tan débil, tan delgado que no soportaría un parto. Investigue me aferré y lo logre, habría de decir que la que me dio un gran parto fue mi hija, curando las heridas de mi cesárea con mi hijo y de nuestra separación.
    Gracias por compartir :)

    ResponderEliminar
  3. Recientemente comencé a seguirte en twitter, cómo, ni yo lo sé, pero leer esta historia me ha creado una imagen de una mujer valiente y muy querida por Dios. Tu deseo de ayudar a alguien con tu historia se seguramente se cumplirá. Felicidades!

    ResponderEliminar
  4. Ay yo también me quedé picada!! Que padre que compartas tu historia. Besos mujer!

    ResponderEliminar
  5. Que hermosa tu historia! y tu forma de relatarlo, Nada pasa por casualidad... ah si lo sabré yo!

    Ya te sigo por GFC... me faltabas en mis blogs cotidianos...

    ResponderEliminar
  6. Pues nada que me he quedado impresionada! Verdaderamente admirada, yo te sigo en TW porque tenemos amigas en común, no conocía ti historia y ya de por si te admiraba y ahora aun mas, algún día si puedes hacerme el honor de pasar por mi blog, sabrás porque me identifico contigo, un abrazo mujerona!

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...