Siempre tuve la espinita de conocer ese lugar, tan lejano ante mis ojos y tan cerca como la imaginación lo permitía. En la escuela, cuando tenía que representar un país, no lo pensaba ni dos segundos, mi respuesta siempre era la misma: Japón. No dejaba pasar oportunidad para lucir el kimono que mi papá me había traído de su último viaje, e inspirada en aquel país, hasta había elegido el nombre de la hija que un día esperaba tener, "Aiko, se llamará Aiko".
A los 15 años tuve lo que se podría llamar la primera oportunidad para viajar a esos lares, pero mi indecisión no permitió que se concretara el plan, por lo que tuve que seguir esperando, y fue en noviembre de 2009 cuando mi sueño se hizo realidad al lado de mis hermanos, mi papá y un intruso en la familia. Doliéndonos dejar a mi mamá, emprendimos el viaje difícil de describir en líneas.