miércoles, 29 de agosto de 2012

De miedos a miedos



No suelo asustarme fácilmente y pocas son las cosas que ocasionan que reaccione despavoridamente, quizá ahora un poco más, desde que soy madre, pero generalmente procuro dominar mis miedos; por ello, me es muy sencillo contar con la mano las ocasiones en que prácticamente he perdido la razón a causa de un susto.

La primera vez fue cuando "Chela", una muchacha que le ayudaba a mi mamá con las labores domésticas, nos acompañó a mi hermana, a mi amiga Jessica y a mí a la tienda. Íbamos caminando a la mitad de la calle, haciendo bromas y riendo, cuando derepente vi de reojo que se había caído. Inmediatamente volteé con la intensión de burlarme, pero mi sorpresa fue grande cuando vi que se había desmayado.

Más que una casa, un hogar


Una de las grandes satisfacciones de ejercer el periodismo es tener la oportunidad de conocer, convivir y acercarte a personas, temas y grupos sociales distintos e interesantes, a gente con mucho qué decir y aportar, y, en ocasiones, poder ayudar a través de tus letras o palabras.

 Hace poco realicé una serie de entrevistas para un reportaje, de esas que te hacen valorar tu trabajo y confirmar que elegiste bien tu carrera profesional.

Nada más conmovedor y ningún ejemplo de vida y lucha constante mayor que ver a una niña de 3 años que pese a padecer cáncer regala una sonrisa a quien se acerque a saludarla, o el rostro de una madre que a pesar de las deficiencias económicas y preocupación por la salud de su hijo(a) agradece la ayuda que recibe, o ver a una señora de 96 años de edad dedicando la mitad de las horas de su día a clasificar objetos para recabar fondos y apoyar así a los enfermos, sin dinero de por medio. Ese es el tipo de personas que habitan el albergue de Casa de la Amistad, una institución que brinda ayuda integral a niños y jóvenes que padecen cáncer.

Caminar por sus pasillos, recorrer las instalaciones, todas pensadas en los enfermos; escuchar los testimonios, conversar con las voluntarias y staff que labora en la institución, así como ver el rostro de los chicos y adultos que por épocas ven en Casa de la Amistad un hogar es una gran lección de vida, un enfrentamiento con una realidad que en ocasiones nos negamos a ver o nos olvidamos de ella, una sacudida interna y un llamado a reordenar nuestras prioridades.



domingo, 12 de agosto de 2012

My Name is Khan


Siempre he pensado que la primaria es una de las etapas escolares más divertida, de mayor aprendizaje, más importante en la formación de un niño, pero también la más cruel.
En esos años, sobre todo los primeros, es cuando los pequeños están más receptivos a cualquier comentario, bueno o malo, sobre todo si viene de sus compañeros o de alguien a quien aprecian o admiran, como los padres.
Algo con lo que nunca he estado de acuerdo es con los regaños públicos y, a mi parecer, algunas profesoras en ocasiones confunden su rol y se sienten con derecho de ridiculizar al alumno frente al grupo. Lo mismo sucede con algunas mamás y, aunque la mayoría de las veces es inconsciente, igual lastiman y dañan la autoestima del niño.

martes, 7 de agosto de 2012

Aplauso de pie


Hoy más que nunca aplaudo de pie a las mamás que se quedan 24 por 24 horas CUIDANDO a sus hijos. Y escribo cuidando en mayúsculas porque estar en casa no siempre significa estar al pendiente de los niños, no para algunas mujeres. 

No digo que las madres que trabajamos tengamos un camino sencillo o todo sea miel sobre hojuelas, pero la realidad es que, a mi parecer, salir del hogar, convivir con los compañeros en la oficina, ejercer la profesión que elegimos y ver temas no relacionados con maternidad ayudan de alguna manera a despejarnos y aligerar los días.
 
Es algo que he pensado siempre, desde que me estrené como mamá y regresé al trabajo, pero cuando escucho las historias de mis amigas, cuando tengo un día complicado sin salir de casa en 24 horas o cuando veo a mi hermana con dos bebés de 15 meses, lo reafirmo.
 

viernes, 3 de agosto de 2012

Reencuentro

Llegó un poco tarde como de costumbre. Tocó y al no recibir respuesta, me envió un mensaje en el mismo tono de siempre "ábreme".


Mientras caminaba hacia la puerta, pensaba en la forma que debía saludarlo. Después de dos años, no sabía si hacerlo con un efusivo abrazo que expresara lo mucho que lo había extrañado y que me había hecho falta en algunas ocasiones o simplemente con un "hola", seco y muy a mi estilo, como un reclamo silencioso por no haber estado conmigo en los momentos importantes y por haber ignorado un par de correos.


Abrí y saludé como me nació, con un abrazo y un "hola, cómo estás". Un poco nerviosa y sin saber bien a bien cómo reaccionar, lo invité a pasar.



No sabía cómo iniciar, qué decir, qué platicar. Había tanto que quería contarle, el anillo, mi boda, mi embarazo, el trabajo, en fin... ¿Por dónde comenzaba? ... pero una parte de mí aun estaba enojada, dolida.


Le mostré los cambios que ha tenido la casa, ya que, como él lo dijo, sólo conocía la versión de soltera.

Lo observé mientras hablaba para ver si percibía algún cambio en él. La gente cambia y a veces se vuelve irreconocible, pero no, no fue su caso.


La misma mirada, tono al hablar, mente revolucionada, ideas firmes y locas, más delgado que la última vez y que lo que reflejaban las fotos...un poco menos de bromas y criticas, escuchando más que hablando...sí, tenía frente a mí al mismo hombre que se convirtió en mi cómplice, en mi amigo y mucho más.

En ocasiones uno implora que la gente cambie, en otras, como ésta, uno espera que no sea así, que todo esté intacto, tal cual lo dejamos...

Un breve resumen de mi vida, de nuestra vida, una shisha de frutas y unos sorbos de alcohol fueron el complemento de esa charla de tres.

Mientras Luis y él conversaban sobre música y cine, sus temas favoritos, yo preparaba la cena, formulando en mi mente la pregunta que más me inquietaba.

Entró a la cocina, lo puse al día de algunas amistades y familiares, y cuando nos quedamos en silencio, aproveché para preguntar "y bien, ¿Qué fue lo que pasó?".

Esperaba todo menos su respuesta. "Tú así lo decidiste". Discutimos el punto, recordamos y no concluimos... la cena estaba servida.

Contamos algunas anécdotas, cenamos y cuando el reloj marcó las 00:12, agradeció la cena e invitación y nos despedimos de nuevo con un abrazo, confirmando que habría una próxima y que teníamos la conclusión de ese tema pendiente

No cabe duda, siempre hay dos o más versiones de una historia; no cabe duda, los puntos suspensivos no son el final...







Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...