lunes, 10 de septiembre de 2012

Hace dos años...



Hace dos años exactamente pisé por primera vez Londres, la ciudad de la que tanto me había hablado mi entonces novio, hoy esposo. Eran tantas las expectativas que tenía del lugar, que, obviamente, no se cubrieron.

Tras varias, largas y cansadas horas de vuelo, la fotografía obligada en el taxi londinense y quejarnos por las habitaciones del hotel asignadas erróneamente, el suegro, Mine, Alejandro, Luis y yo salimos a recorrer las calles cercanas, no sin antes hacer una parada en un restaurante italiano ya conocido por la familia.

Cerca de las 7 de la noche, mi pila estaba en reserva. No podía más con el cansancio, mis pies estaban a punto de explotar y la cara de muerta a todo lo que daba. Ya había conocido lo necesario, suficiente y más de lo que una persona puede conocer durante las primeras horas de un viaje, como el Palacio de Buckingham, Picadilly Circus, London Eye y el Big Ben.

En lo único que pensaba era en llegar a la habitación, darme un baño y dormir plácidamente hasta el siguiente día.


Cuando estábamos cerca de la meta, Luis tuvo a bien decirme que quería mostrarme algo. Caminamos calles y calles hasta llegar a Hanover Square, cuyo nombre permanece grabado en mi mente, corazón y en el cuadro que adorna la sala de nuestra casa. La historia del motociclista misterioso ya la conté en su momento.

Ese día, en esa calle, comenzó a escribirse una nueva etapa, me había comprometido con Luis. Eran las 21:16 del 9 deseptiembre. En donde menos lo pensaba y cuando menos imaginaba.

Después de tomar un par de fotografías con el anillo que más que anunciar un compromiso anunciaba muchos cambios por venir, caminamos unas cuadras, hicimos una parada en un Starbucks, platicamos, reímos, nos abrazamos y llegamos al hotel donde nos esperaban ansiosos mi suegro y Mine. Les contamos los detalles, hablé con mi mamá para darle la noticia y subimos a la habitación.

Recibimos la llamada del motociclista misterioso, nos dimos un baño, platicamos más, recordamos algunos momentos del día, anunciamos en las redes que pronto habría boda y celebramos nuestro compromiso.

Semana y media después, con fecha fijada para la boda, destino de luna de miel establecido y muchos planes por delante, recibimos una gran noticia. Venía en camino el producto de aquella celebración y mágico 9 de septiembre, la mayor alegría de nuestras vidas, Bam Bam.

Está por demás decir que confirmamos lo cierto de la frase “quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”.  Obviamente, se adelantó la boda, no hubo luna de miel como tal y la decoración del departamento quedó a medias.

Hoy, a dos años de haberme comprometido, no puedo más que agradecer a la vida lo que ha sucedido en 730 días; el despertar por un grito, un beso o una palmada de Bam Bam, el tener a un gran hombre a mi lado, al mejor hijo y una hermosa familia. 

4 comentarios:

  1. que historia más bonita,,, muchas felicidades!!

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  2. Lo más fregón de todo es el nerviosismo previo, especialmente cuando uno no tiene control del entorno, del lugar y lleva menos de 24 horas de haber aterrizado en esa ciudad. Sé que al final Londres no fue tu hit como sí lo fue Zurich, pero al menos tengo la esperanza de que la "toma 2" pueda ser más fregona.

    Y sí, los planes que uno tiene son secundarios cuando Dios y la vida misma tienen consideradas otras situaciones. No por nada, el premio nos llegó poco tiempo después. Una gordita bendición....

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  3. Testigos y complices de esta bella historia....Deseo con todo mi corazon que este bello recuerdo y esta hermosa realidad motive su diaria voluntad para cuidarse y amarse el uno al otro, y los dos al otro...
    Aqui o desde otro miradopr espero que cuando los hilos de plata coronen sus cabezas....esta siga siendo la mas bella historia jamas contada....

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  4. Motociclista Misterioso16 de septiembre de 2012, 14:34

    Gracias por permitirme ser "útil" y participe de esta historia tan única. Es uno de los más grandes privilegios y de los más intensos nerviosismos de mi vida el haber desempeñado el rol que me tocó. Absolutamente inolvidable. Un beso... si, a cada uno.

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